lunes, 28 de febrero de 2011

Capítulo 4

Al principio no sabía si debía poner sobre aviso a mi padre de la pista que acababa de encontrar pero me dije a mi misma que si perdía tiempo en ir a decírselo fuera quien fuera el ángel que se encontraba próximo a mi podría no estar para cuando llegáramos. Así que seguí caminando un poco más y pude reconocer el aroma característico de los ángeles a la entrada de una callejuela entre dos edificios que conducía por detrás de estos a unos grandes almacenes abandonados, no me sorprendí demasiado cuando encontré la puerta trasera de estos, abierta. Dentro reinaba la oscuridad y si fuese humana habría salido de allí con la certeza de que no había un alma en ese sitio, pero por suerte mis sentidos están más desarrollados que todo eso y pude percibir el murmullo de una conversación entre dos personas, hombres a juzgar por el timbre de sus voces, en la puerta que había frente a mí al otro lado del almacén. Caminé entre los contenedores donde se había guardado la mercancía a juzgar por el polvo acumulado hacía ya tiempo, intenté no hacer el más mínimo ruido a medida que me acercaba más y más a la puerta y mis oídos captaban las palabras cada vez más claras. No reconocí una de las voces hasta que no abrí la puerta sigilosamente para saber quiénes eran aquellas personas; Al otro lado hallé a dos ángeles y uno de ellos era la persona que menos esperaba ver en aquella piel, Lucca.
Lancé una exclamación ahogada y ambos se giraron y me descubrieron allí, medio oculta entre las sombras en el umbral de la puerta, no pude ver el rostro del otro pues mi mirada se quedó atrapada en Lucca, sus ojos se abrieron de par en par con sorpresa y su boca intentaba dar forma a palabras pero la voz le traicionó y de su boca no salían más que pequeños gemidos entrecortados. Cuando recobré un poco la compostura me erguí y me dije a mi misma que no iba a echarme para atrás sólo porque uno de ellos fuese alguien a quien yo había conocido sin saber lo que realmente era, así que con bastante esfuerzo por mi parte elevé la mirada hasta el rostro del ángel que se encontraba a su lado y le miré directamente a los ojos, de un azul pálido recordándome a mi misma que los ángeles eran mis enemigos y por eso más la muerte de mi madre que debía cobrársela, merecían morir.
  -Jeliel, es una demonio ésta es tu oportunidad, joven. Mátala.- Sus ojos dejaron los míos y buscaron los de Lucca, ¿Jeliel? Debía de ser su nombre angélico, entonado por la voz del ángel sonaba como los pájaros a primera hora del día. Yo también me volví hacia él a la espera de su reacción, preparada para atacar y en ese momento pude ver las dos alas que salían de su espalda, grandes, blancas, preciosas. Pude ver su torso desnudo, musculoso, un pantalón negro y ancho cubría sus piernas, un metro ochenta más o menos de ángel se postró ante mí y me miro a los ojos, no pude reaccionar en ese momento.
  -No va a dejarte marchar, tú no nos vas a matar, no tienes el coraje suficiente. No estás decidida, lo entiendo; yo tampoco podría matarte a ti.-
La voz sonó en mi mente, supe que él me estaba hablando de ese modo para que el otro no se enterara de sus palabras, tan verdaderas. Yo no podía matarle me daba cuenta de ello y por alguna extraña razón tampoco podía plantearme siquiera el matar a su compañero, pero él sí que quiso matarme a mí.
Apartó a Lucca de un empujón y saltó sobre mi derribándome, quedando yo tumbada sobre mi espalda,  cuando se alzó sobre mi seguía sin poder moverme, petrificada. Así que esperé un golpe que nunca llegó, abrí los ojos para saber por qué había detenido su ataque y me sorprendí al ver que de su pecho salía la punta de una daga, la de Lucca. Antes de que el cuerpo del ángel cayera sobre mi me aparté y me puse de píe al lado de mi salvador.
Vi caer el cuerpo del ángel y antes de que éste rozara el frío suelo, se desintegró, delante de mí se convirtió en polvo. Nunca había visto morir a un ángel, por lo tanto tampoco sabía lo que se sentía cuando pasaba, un extraño vacío se instaló en mi pecho, y el frío heló cada gota sangre que había en mi organismo, mis pupilas se agrandaron y el aliento se me quedó atascado en la garganta, caí de rodillas al suelo intentando respirar y al momento siguiente vi a Lucca justo a mi lado cuando se agachó para alzarme en brazos y llevarme a través de la gran habitación hasta una caja donde me sentó, me sentí vulnerable, tanto como cuando me enteré de la muerte de mi madre.
   -Sube las rodillas hasta el pecho y pon la cabeza entre ellas, así- Hice lo que me indicó y poco a poco el oxígeno comenzó a llenar mis pulmones, la cabeza se me aclaró y la sangre volvió a templárseme. Yo me había desmoronado, mi corazón se había detenido y había sentido una desolación que no podría nunca llegar a explicar con palabras, y sin embargo él estaba allí frente a mí, tranquilo. A sabiendas de que había protegido a un demonio y matado a uno de los suyos dos de las miles de cosas que podrían hacer que un ángel fuera expulsado del cielo para convertirse en un ángel caído que vaga por el mundo humano sin alma y sin la oportunidad de recuperar su alas blancas, pues estas pasarían a ser negras como el carbón.
Cuando estuve recuperada del todo alcé la cabeza para encontrarme con sus ojos que me observaban preocupados.
   -¿Estás bien?- Su voz era distinta a la de ésta tarde, más melódica y llena de sentimiento.
   -¿Yo? Bueno, acabas de matar a un ángel, te echarán del cielo por eso y, ¿me preguntas si yo estoy bien?, ¿cómo puedes estar tú tan tranquilo?
Me quedé anonadada cuando echó la cabeza hacia atrás y una risa musical rebotó en su pecho e inundó la estancia. Era un sonido hermoso.
   -He hecho lo que creía conveniente, no iba a matarte yo y por supuesto no podría verte morir, Veronike. Acataré las consecuencias de mis decisiones, en eso consiste la madurez.
Estaba dispuesto a sufrir condena por haberme salvado, y estaba ahí frente a mi ayudándome todavía, sereno. ¿Qué ángel hace eso?
Notaba la boca seca cuando pregunté :
   -Y ahora… ¿qué hacemos?- El conocía mi verdadera naturaleza y yo la suya y no sólo eso, sino que también estaba el tema de que somos enemigos naturales, él me había ayudado a mi y una sensación inundo mi cuerpo, en ese instante mientras le observaba a la espera de una respuesta, comprendí y acepté que yo también le habría ayudado a él en una situación así, habría acabado con la vida de uno de los míos y me habría enfrentado a la ira de mi padre, desde ese momento supe que no podría ver morir, nunca a Lucca.
   -Bueno, no sé tú pero yo me muero de hambre.- Me tendió la mano y el gesto fue acompañado por una de esas bellas sonrisas que templaban mi interior y provocaban sensaciones extrañas en mi estómago. 

1 comentario:

  1. OMFG!!!! Está genial carii ^^ ya sabes que me encanta (: pero WTF? como es que aun no hay ni un comment (a no ser que alguien este escribiendo uno mientras yo lo hago tb jejeje ¬¬)
    pues nada... ya me pongo yo con el 5 :D
    ILYSM!<33

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