- - Definitivamente odio el mundo de los humanos –
Mi voz suena ocho octavas más alta y mi padre me mira con una sonrisa jugueteando en la comisura de sus labios. Me resigno a no hablar más mientras terminamos de colocar todos los muebles y adornos que van a mantener nuestra fachada humana (no, personalmente no necesito ninguna de estas cosas) Llevamos aquí dos días y ya estoy harta, el primer día un hombre vestido de cuero con un olor agrio asqueroso y un porro (me enteré después de lo que era esa cosa) en la mano derecha, se me acercó para satisfacer sus necesidades sexuales (nótese mi mala suerte de principiante) Pero el humano no contó con la presencia de mi padre y este con tan solo una mirada le hizo volver calle abajo a paso acelerado, temiendo por su vida, seguro.
Todo esto sin contar con el humo, el ruido, la lluvia, las calles abarrotadas de gente y como no, los coches… esos aparatos me tienen loca, la primera vez que vi uno casi lo destruyo, pero mi padre me explicó lo que eran y ahora los detesto, sí, no me gustan para nada. Están pensados para que los humanos no hagan nada en absoluto, ¿es que no saben que cuando no había coches la gente caminaba kilómetros y kilómetros? Y la salud de aquellas personas era mejor sin contar su aspecto físico. Aun que he de admitir que hay ciertos humanos de mi edad (humana) que están bastante bien. Claro que todo lo estropean mirándome como si fuera un trozo de carne y babeando como perros, ¿he dicho que voy a empezar el instituto? Creo que no, pues bien; empiezo mañana y aun no sé que esperar, según tengo entendido los humanos se ven obligados a ir a los institutos para aprender cosas que les ayudaran a formarse y crecer como personas bien, las personas se forman con las experiencias, no creo que por aprender cosas sobre la tercera guerra mundial o la historia de su país vayan a ser mejores personas, seguirán existiendo atracadores, asesinos, violadores y toda clase de seres indeseables. Sí, sí lo sé… ¿qué hace un demonio quejándose de personas que hacen el mal? Pues bien, nosotros los demonios no hacemos el mal porque sí, se trata de mantener el equilibrio pues como bien debéis saber el bien no existe sin el mal y el mal no existe sin el bien. Pero nada tiene que ver el infierno con hacer daño a un inocente por placer ni dañar bienes materiales ni otras tantas estupideces.
Y todo esto me lo enseñó mi madre, ella creía que los ángeles y los demonios podríamos llevarnos bien, que para mantener el equilibrio no haría falta matarse unos a otros y ¿cómo se lo pagan ellos? Matándola, las lágrimas empiezan a resbalar por mi rostro mientras paseo bajo la lluvia por el Central Park que hasta ahora ha sido el único lugar que me ha gustado de la asquerosa ciudad de Nueva York y sus estúpidos habitantes. Hay poca gente esta noche, pero los coches no paran de pasar aun que lo hacen a tal velocidad que no son más que borrones de luces que se confunden con las luces de la ciudad. Me pregunto cómo será el instituto, conocer a la gente… ¿Querrán acercarse ellos a mí? O tal vez sea yo la que desee acercarse a ellos después de toda una vida en soledad… Me sorprenden mis pensamientos tan… buenos, así que sacudo la cabeza para despejarme un poco, definitivamente esta ciudad me afecta más de lo de debido. A eso de la una de la madrugada llegue al apartamento, mi padre no estaba así que supuse que había salido a arreglar cosas o a estar con otros demonios amigos, fui a la que sería mi habitación. La decoré yo misma, a mi gusto por supuesto, las paredes de negro y los detalles en dorados, naranjas y rojos, con farolillos chinos desperdigados por toda la habitación y bombillas pequeñas de colores por todas partes. Una mesa enorme, negra con purpurina en los bordes y un gran armario también negro y con espejos en el lado interior de las puertas.
La cama es de matrimonio, no me gusta dormir creo que es un tiempo valioso perdido en algo que no sirve para nada, pero ya que lo hago me gusta que sea en un lugar donde pueda explayarme bien, a gusto.
Vagamente oí llegar a mi padre en alguna parte de mi subconsciente creí distinguir una conversación pero estaba demasiado sumida en la inconsciencia.
<<Riiiing, Riiiing…>>
Maldito cacharro, ¿Es que no se iba a callar nunca? Me di la vuelta, lo cogí y lo tire al suelo pero como no, seguía sonando así que me levante para apagarlo.
Comí algo, me vestí y salí de casa sin apenas ser consciente de lo que estaba haciendo, el autobús tardó un cuarto de hora en llegar así que me dediqué a observar a la gente a mi alrededor, sus expresiones, miradas, gestos, lo que dicen y como lo dicen… soy observadora, me encantan los pequeños detalles porque son los que más desvelan de esa persona y soy muy analítica, no vaya a ser que se me pase ninguno…
Había un par de chicos en la parada, ambos, él y ella parecían contentos de empezar el instituto y se limitaban a observarme tímidamente y a murmurar entre ellos después.
Seguramente lo que les llamaba la atención fuese mi ropa; mallas negras, camiseta de tirantes anchos, negra también. Una chaqueta corta de cuero y botas de motorista con plataforma y punta metálica. En el cuello mi collar de pinchos y en las muñecas otro tanto de igual, las uñas pintadas de negro y la larga melena negra suelta, los ojos ahumados y los labios sin pintar. Anillos, colgantes… y una bandolera, negra con remaches plateados.
¿Para qué vestirme de otra forma? Así soy yo, ya bastante tengo que esconder haciéndome pasar por una humana cualquiera como para colmo tener que vestir de forma diferente a como me gusta ir.
El autobús era un cacharro bastante destartalado pero limpio por dentro, los asientos aun que un poco raidos por el paso del tiempo y el uso estaban en buenas condiciones. Me senté en la parte de atrás, en el asiento de la ventana para poder ver la calle. Estaba lloviendo, es increíble, nunca he estado en un sitio donde lloviera tanto y sin parar. Poco a poco fue llenándose de adolescentes, algunos contentos otros tristes por el fin de las vacaciones, otros simplemente iban dormidos aun y no se daban mucha cuenta de lo que pasaba a su alrededor. En una de las paradas subió una chica, de ojos rasgados y pelo negro y liso, más alta que los demás pero más baja que yo. Sonreía a algunas personas y pronto estuvo cerca de mí, me miro con curiosidad y yo la devolví la mirada tranquilamente. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios y se me acercó más aun.
-¿Eres nueva? – Preguntó con voz serena.
-Sí, así es – Intenté devolverle la sonrisa aun que fuera a medias, pero no me encontraba de ánimos para sonreír a nadie, por nada.
Me preguntó si me importaba que se sentara a mi lado, quité mis cosas del asiento contiguo y dejé que lo ocupara ella. En el fondo estaba contenta no sé porque extraño motivo, me sentí ben… el interés amable e inocente de la chica me gustó.
No habló más en todo el camino, cosa que agradecí enormemente por su parte, me encontraba demasiado nerviosa como para fingir y ella pareció entender eso mismo, a su manera.
Pronto llegamos a un edificio grande y gris sería triste si no fuera por los columpios, las vallas rojas y los arboles que adornaban la entrada y el patio que rodeaba todo. La multitud se congregaba en frente de la puerta principal, hablaban, reían, se saludaban entre sí… Empecé a sentir algo dentro de mi ¿envidia? No, no creo… Ese es un sentimiento demasiado humano. Mi compañera y yo bajamos del bus juntas, parecía reacia a dejarme sola y de vez en cuando me dirigía sonrisas alentadoras. Cuadré los hombros, levanté la barbilla y entré en mi instituto con ella al lado.
El interior del instituto era agradable, las paredes en beige y los suelos blancos, carteles, fotografías, estanterías con premios deportivos adornaban el hall y los pasillos.
Descubrí que mi compañera se llamaba Akari y que en su idioma (Japonés) significa Luz, me gustó el nombre, tiene personalidad. De nuestro curso solo hay una clase, somos pocos alumnos de nuestra edad así que nos fuimos juntas al aula 49 era bastante pequeña me esperaba algo más grande. Cuando llegamos vimos a un chico, rubio de espalda ancha sentado en una esquina de la clase con la cabeza gacha, leyendo un libro. No le molestamos y ocupamos dos pupitres cerca de él.
Poco a poco la clase fue llenándose, todo el mundo saludaba a la chica que se sentaba a mi lado y también me lanzaban sonrisas a mí, o me preguntaban cosas como “¿de dónde vienes?” “¿cómo te llamas?”
Creo que repetí como veinte veces las palabras “vengo de Washington” “Me llamo Veronike” pero extrañamente, no perdí la paciencia. Incluso me descubrí animada mientras respondía a sus preguntas. Curiosamente el único que no me preguntó nada fue el chico rubio, me dijeron que él también era nuevo pero cuando lo intentaron, no consiguieron hablar con él ya que les lanzaba miradas llenas de tristeza y prefirieron dejarle solo (o eso me dijeron). Cuando la profesora llegó todos se sentaron en sus sitios ella se presentó y dejo claro desde el primer momento que no nos iba a caer nada bien. Se empeñó en sentarnos por orden de lista según veníamos, así que a pesar de nuestras quejas terminamos sentados como ella quiso. Para sorpresa mía me tocó al lado del chico rubio aun que cuando me senté él ni si quiera levantó la cabeza, siguió enfrascado en su lectura.
Después de un rato de incomodo silencio me decidí a preguntarle al menos su nombre, ya que sí para bien o para mal íbamos a estar todo el curso sentados juntos, lo mejor sería que empezáramos con buen pie, o ¿no?
- - ¿Cómo te llamas? – Intente imprimir en mi tono una curiosidad sincera e inocente, quería ser agradable con él, algo me decía que lo fuera.
Al fin después de unos segundos cuando creí que no iba a contestarme, levanto despacio la cabeza y clavo su mirada en la mía. Jamás había visto tanta tristeza, ni siquiera en los ojos de mi padre cuando mi madre murió, teñidos de dolor sus ojos eran como el otoño, cuando los árboles quedan desnudos, expuestos al viento y a su suerte. Él parecía perdido y solo, a pesar de estar en una clase abarrotada de gente y a mí me arrastró a su burbuja por un momento solo fuimos él, yo y su sufrimiento pude ver en esos ojos verdes claros mil sentimientos pasar como una ráfaga de viento y pude descifrarlos todos.
-Lucca, me llamo Lucca- Su voz era suave, melodiosa y con un fondo de tristeza también, lo que produjo un desagradable tartamudeo en mi corazón, de repente me vi compartiendo sus sentimientos.
- Yo soy Veronike – Y por primera vez en mucho tiempo, le dediqué una sonrisa sincera a alguien.
Me gusta la historia, pero echo de menos comas y puntos.
ResponderEliminarEs original, pero me extraña esa mirada triste, ¿por qué será? 7v7
Pásate para leer mi historia, gracias.
http://1elultimoguardian.blogspot.com/
O_O!
ResponderEliminarEstá genial, me gusta muchísimo la historia! Atrapante y misteriosa... mola!!
Te sigo, y te iré leyendo :)
Si quieres pasarte por mis blog http://palabrasformandohistorias.blogspot.com ; http://escueladecombatenovela.blogspot.com
Si quieres, claro.
Besos!!
joder que pasada de historiaa aiisi te enganchaaa muchisiimooo me encanta espero el siguiente capi ese chico rubio tiene algo que no me da buena espina xDDD bss guapaa avisaem del proximo =)
ResponderEliminarYara, me encanta amoooreee :D
ResponderEliminarILYSM<33
P.D.:soy espe XD
Yara!, me encantaa!
ResponderEliminarestoy deseando saber más de Veronike, y de ese chico.
P.D: Te sigo, te dejo mi blog: Hola, me encanta la historia, la foto es bastante sencilla, pero bueno... es pasable (:
te dejo mi blog para que me sigas, yo ya te sigo :):
http://vermouth-lashistoriiasdenatsue.blogspot.com/ HAZTE SEGUIDORA SI QUIERES!;D
Perdona, en el comentario me salió un copia y pega TT__TT Lo siento.
ResponderEliminarA ver,,, empecemos de nuevo, yo soy vermouth(carliita), y tu eres.. Yara.
Sólo decirte que me encanta tu historia, y que debería tener una foto para representarla, no sólo la de Veronike...
Estoy deseando saber que pasa con Veronike :D
P.D: Te dejo mi blog:Hola, me encanta la historia, la foto es bastante sencilla, pero bueno... es pasable (:
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